Muchas personas utilizan este tipo de frases pensando que es positivo para la empresa y sus personas. Creo que se equivocan. Puede que no sean conscientes de las implicaciones sistémicas. Quizás a corto plazo este tipo de afirmación parece que genera una vinculación y gran sentimiento de pertenencia a la empresa. Sin embargo, lo más probable es que esa vinculación no sea la más sana y tampoco la más idónea para que las personas y la organización crezcan. A la larga, es muy probable que se activen patrones inconscientes que limiten el crecimiento, tanto de las personas como de la organización.
Una empresa no es una familia.
En una familia perteneces por lo que eres y perteneces de por vida. Perteneces por lo que eres, no por lo que haces. Hagas lo que hagas, no dejas de pertenecer. Puede que tengas más relación o menos relación con los familiares, pero siempre serán tus familiares. Puede que sientas que perteneces más o menos dependiendo si sigues más o menos las reglas familiares. Aun así, siempre serás parte de la familia. Siempre serás el hijo/a, el hermano/a, el padre/madre, el tío/tía, el primo/a, etc.
Una empresa, en todo caso es un equipo o una comunidad.
En una empresa perteneces por lo que haces, por tu trabajo y contribución. La pertenencia es temporal. Puedes dejar de pertenecer, puedes decidir salir de la empresa o la empresa puede despedirte. La manera de pertenecer es diferente en una empresa que en una familia.
Sin embargo, si la empresa dice «aquí somos una familia», ¿Cómo se sentirá alguien despedido si supuestamente era de la familia? ¿Cómo se sentirán el resto de compañeros supuestamente «familiares»? Puede que racionalmente cualquiera de esas decisiones estén justificadas, sin embargo, emocionalmente se percibirá como una injusticia, traición o deslealtad. Será muy complicado para la empresa justificar que somos familia para unas cosas y para otras no.
También la manera de relacionarse es diferente. En el sistema familiar, en la evolución de la familia han ido conviviendo desde relaciones padre-niño a, con el paso del tiempo, relaciones adulto-adulto. Sin embargo, en la empresa las relaciones sanas son siempre entre adultos.
Es muy difícil separar nuestro lado personal y profesional. Tendemos, inconscientemente, a repetir patrones de nuestro sistema familiar en otros ámbitos de nuestra vida como pueda ser el trabajo. No pretendemos que haya una separación de la persona. La mirada sistémica implica ver a la persona en su totalidad. Implica ser consciente de lo que traemos de nuestro sistema familiar a otros sistemas como el profesional. Cuando no se da esta toma de conciencia, es muy probable que se repitan patrones familiares, algunos dificultando el crecimiento. Sobre todo, cuando en la empresa se dice «aquí somos una familia«. Puede desencadenar en patrones como el de parentificación: jefes que hacen padres y empleados que hacen de niños. Este tipo de patrones no ayuda a que las personas y la empresa crezcan.
Es importante dar a cada uno su lugar.
Una empresa puede ser un equipo, una comunidad, …. pero no una familia. Cada persona tiene ya su propia familia. Sería arrogante desde la empresa pretender ocupar ese lugar, pretender ser mejor que tu familia, mejor que tus padres o familiares.
Es importante respetar y dar el lugar que le corresponde a cada sistema; la familia y la empresa, entendiendo que la manera de pertenecer y relacionarse en cada uno es diferente. Incluir la mirada sistémica ayuda a ser más consciente desde dónde nos relacionamos en cada sistema y aporta herramientas para que personas y organizaciones puedan crecer con mayor éxito y bienestar.
Espero que este artículo ayude a incluir y dar a cada uno su lugar. Y que quizás, el «aquí somos una familia» evolucione a algo así como:
¡En esta empresa somos un gran equipo de personas!
¡Personas de carne y hueso con nuestra propia historia y familia!