En primer lugar, quiero dar las gracias a todos los que contribuís con vuestro esfuerzo, valentía, solidaridad y mejor hacer, en esta difícil situación que estamos viviendo, y mucho ánimo y fuerza a las personas afectadas por el COVID-19, pacientes, familiares y amigos, a los que padecen aislamiento, soledad, pérdidas y sufrimiento.
Hace algo más de un mes, la mayoría de personas pensábamos que lo que pasaba en otras partes del mundo no nos podía afectar. Nada más lejos de la realidad. No vivimos aislados, no siempre somos conscientes y empezamos a serlo cuando nos toca vivir un aislamiento forzoso.
Nuestra generación nunca ha vivido una situación como la que estamos viviendo de enorme impacto global donde todos somos vulnerables. En muchos aspectos, hemos estado viviendo en una burbuja bajo una perspectiva individualista y focalizada solo en nuestro entorno inmediato, con algunos desordenes y desequilibrios globales aceptados con cierta normalidad.
Sin embargo, desde hace tiempo atrás, se viene detectando la necesidad de una perspectiva más global y sistémica y de una mayor conciencia. Una visión más allá de fronteras o de ideologías, donde se mire por la mejor solución del conjunto por encima de individualismos. Una visión, donde no seamos ajenos al otro por muy lejano que parezca, porque todos estamos conectados y todos somos uno.
En estos momentos, nos enfrentamos a algo tan grande que afecta a todo el planeta, dónde determinados ordenes se han dado la vuelta, y nos obliga necesariamente a ampliar nuestra mirada hacia esta visión global y sistémica si queremos avanzar en su resolución.
A diferencia de un cambio voluntario que sé a dónde quiero llegar, ahora nos enfrentamos a una situación sobrevenida, una crisis donde no sé si voy a sobrevivir o en qué me voy a transformar. Lo que antes valía, puede que ya no valga. Las crisis vienen a cambiar aquello que necesita evolucionar. No es algo elegido o planificado, viene del futuro que quiere emerger.
Por ello, nos enfrentamos a un proceso de transformación, donde lo único que sé es que será distinto a lo de antes.
Un proceso en diferentes niveles, desde las personas, organizaciones, países y el mundo en general. Donde la transformación comienza en uno mismo. Los líderes requerirán tomar conciencia de su propio proceso de cambio interno. Dos líderes haciendo exactamente lo mismo pueden generar resultados muy distintos dependiendo “desde dónde” actúan. El futuro de una organización dependerá en gran medida de cómo sus líderes y personas aborden este proceso.
Cada persona y organización lo vivirá de forma muy diferente, sobre todo, dependiendo de las adversidades y pérdidas que sufra. Me gustaría compartir algunas experiencias y reflexiones sobre lo vivido y lo que nos seguirá tocando vivir.
Ante las primeras noticias del coronavirus, muchos entramos en una etapa de negación, “solo es una simple gripe”, “aquí no va a llegar…”, “esto pasará rápido…”. La realidad rápidamente se encargó de ponernos los pies en la tierra y hacernos mirar de frente al problema.
Ahí es cuando surgió el miedo, que todos lo hemos experimentado, cada uno a su forma, un miedo a la muerte y a lo desconocido. Un miedo que te impulsa a reaccionar en algunos casos de forma exagerada buscando una mayor seguridad y control, o que busca aferrarse a lo conocido, mientras que otras veces simplemente te bloquea y congela. En este punto, resulta clave reconocer ese miedo, poder mirar a la muerte, aceptar que todos somos vulnerables y asumir que no puedo controlarlo todo. Quizás mi destino no dependa todo de mí, lo asumo, pero sí depende de mí como quiero vivirlo, cómo quiero mirar hacia la vida.
Al irrumpir el futuro emergente con algo nuevo, nos obliga a renunciar a nuestros planes y a aquello con lo que nos sentíamos cómodos, y esto genera frustración. Conviene recordar la frase de Bert Hellinger, “La vida no te da lo que quieres, sino lo que necesitas para evolucionar”. En mi caso, no pude avanzar con mi trabajo hasta que transité por esa frustración y supe que tenía que borrar todos mis planes de la pizarra y comenzar de cero algo nuevo, incluso lo que continuara debía partir desde otro lugar, no sería una mera continuación o “vuelta a la normalidad”.
También experimentamos el enfado y la rabia ante las innumerables vidas que se están perdiendo y cómo se están perdiendo. Rabia ante la imposibilidad de acompañar a nuestros seres queridos y a una despedida digna. Rabia ante determinadas carencias de humanidad y prevalencia de algunos egos frente al interés común. Resulta vital reconocer esa rabia y permitirnos pasar por ese estado, sin que ello implique quedar atrapados. Hay que soltar la rabia de una manera consciente y abandonar el posible patrón que nos esté debilitando (en otro momento explicaré con más detalle cómo funcionan los patrones).
Cuando hemos podido soltar la rabia, nos podemos ver inundados en un profundo dolor y tristeza por las pérdidas. No se puede ignorar. Podemos sentir sufrimiento y la soledad, el nuestro y el de los demás. Todo ello nos lleva a un gran vacío, pues de una forma y u otra tendremos pérdidas.
Ese vacío abre la puerta a la aceptación, es una elección voluntaria a “aceptar que así tenía que ser”. Solo dando ese paso se puede avanzar. Puedo ver lo nuevo y desconocido desde otro lugar. Es entonces cuando puedo dejar de luchar contracorriente, abrirme al futuro que quiere emerger y dejarme fluir. Y puedo hacerlo con el agradecimiento a todo y todos los que me han permitido llegar hasta aquí, viviendo el presente plenamente, pues solo así estaré honrando a las víctimas que se perdieron en el camino.
Y dándose el permiso de pedir ayuda en caso de sentirse atrapado en cualquiera de las etapas previas.
Me permito la confianza que la experiencia vivida puede tener un sentido transformador para las personas y el planeta, que, a pesar de las pérdidas, habrá otro tipo de ganancias a partir de esa transformación. Para qué este problema habrá sido una solución. Con el compromiso que juntos somos más que la suma de las partes y la confianza en nuestro potencial y en nuestros recursos para los retos que tenemos por delante, diciendo sí a la vida.
Confiamos que estas breves palabras aporten algo de luz en estos momentos difíciles que vivimos para abordar los necesarios procesos de transformación, comenzando por el de uno mismo y continuando por el de las organizaciones que necesitarán ser lideradas con una visión más consciente, global y sistémica.